Esta sensación debe estar fortaleciéndose en el procesado, su defensa, sus familiares y en el variopinto movimiento fujimorista. Su cercanía al borde del abismo explica con suficiencia el nerviosismo, el rictus adusto y preocupado de Fujimori, así como la inquietud y el nerviosismo de los abogados. Y, por cierto explica también, el comportamiento político de sus huestes.
El sorpresivo anuncio de la formación de “Fuerza 2011” por Keiko no es más que el intento de consolidar un movimiento disperso, transitado por contradicciones e intereses, con el objeto de enfrentar en mejores condiciones la probable condena del jefe. Presentar un solo frente parlamentario y extraparlamentario que le permita manejar más coordinadamente y con mayor eficacia su presencia congresal, sus organizaciones populares, sus nexos con la derecha económica neoliberal. Dotarlo de una sola orientación y tácticas para mejor ejercer presión política, económica, social.
Pero este anuncio no fue fruto de diálogo interfujimorista, sino una decisión “manu militari” de una cúpula familiar que provocó escozores, recelos, resentimientos. Es que este tipo de movimientos se maneja así. El clan familiar, nombrado y bendecido por el líder hace y deshace, el resto es comparsa, es marginado o se margina.
En este contexto, aparecen declaraciones de Santiago Fujimori que no han merecido la atención suficiente. El buen Santiago, al ver que la noche se precipita sobre su hermano, ha dado rienda suelta a su yo interior, a sus convicciones y deseos; ha transparentado la estrategia general fujimorista de recurrir a cualquier cosa y cualquier precio pretendiendo salvar al procesado. Ha dicho que hay que encontrar “una salida política” antes que Alberto sea condenado, porque si no podría estallar “una guerra civil”. Más claro ni el agua de manantial andino. El objetivo estratégico es “un arreglo político”. En esa dirección todo cuenta y todo vale. Tienen que unirse; tienen que mover sus figuras y sus peones en la política, en el Poder Judicial, en la prensa, en la economía y las finanzas, en las Fuerzas Armadas, en los organizaciones sociales. También tienen que amenazar.
Quien amenaza es un congresista. Si algún otro hubiera lanzado tal llamado los medios informativos, funcionarios políticos, empresarios habrían alzado voces altísimas contra la violencia, la anarquía, por la democracia.
Santiago ha llamado a la violencia en su expresión suprema: La guerra civil. Amenaza y presiona al gobierno, al Poder Judicial, a los peruanos.
ROLANDO BREÑA PANTOJA
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